La Chuchera

En los últimos meses han circulado por aquí un montonal de chuchos, a veces hasta cinco o seis juntos. No tienen dueño conocido, nadie sabe de dónde vinieron ni nada parecido y para el colmo de los males agarraban ésta, su humilde casa de baño público. Ya tenían harto a todo el vecindario pero como siempre, nadie hacía nada. Pero como nunca falta en todas partes la vecina amargada (que por cierto nosotros también vamos para allá) que odia a los mocosos y no los deja ni que se le acerquen a su casa, aunque en parte tiene un poco de razón, porque los condenados chamacos arrasan hasta con la grasa y si uno se descuida, en un dos por tres ya le acabaron a uno con vidrios y con todo lo demás. Por ejemplo aquí con nosotros les vale sombrilla si se les viene la pelota para el patio, ellos se meten sin pedir permiso como si estuvieran en el parque y eso no es correcto. Eso nos pasa por andarlos consecuentando y a mi viejito por andarla haciendo de papá postizo jugando con todos ellos, mientras sus propios papás metidos en la casa viendo la tele, rascándose las ver...digo las verguenzas y de borrachotes. Bueno, volviendo al tema de la vecina amargada, hasta eso de algo sirvió porque ella es la que le habló a la chuchera municipal y santo remedio con los perros. Aunque ni tan santo y ni tan remedio porque en los últimos cuatro días aquí resultaron agringolados otros tantos canes de procedencia desconocida y como siempre ya nos tenían hartos, se metían debajo del carro todos juntos y luego ahí se andaban agarrando del chongo y con una ladradera y una polvadera horrible. Pero claro, nuestra vecinita ni tarda ni perezosa llamó esta mañana a los recoge canes y asunto arreglado.

Insisto, de algo sirve tener brujas del 71 en el vecindario. Aunque tampoco falta la vecina ventanera. Claro que yo no por supuesto. Yo nada más subí a ver cómo estaba el cielo y si tenía intenciones de llover...este sí, eso fue.